16 ene 2013

Aquellos viajes discretos de Jean Cocteau a Barcelona

El cincuentenario de la muerte de Jean Cocteau cae el próximo octubre, pero Gallimard ya ha reeditado el último de los siete volúmenes de su dietario Le Passé defini. El enfant terrible de la cultura francesa, “el fantasma sin castillo”, como él se definía, no ha abandonado nunca el escenario, tal vez por la polivalencia brillante y acerada que desplegó: poeta, narrador, dramaturgo, pintor, cineasta, militante homosexual… Jean Cocteau tuvo una inclinación barcelonesa poco conocida, vinculada a su larga amistad con Picasso. A instancias del pintor, visitó Barcelona de forma reiterada a partir de julio de 1953, primeramente para conocer a la hermana Lola Ruiz
Picasso y su marido Xavier Vilató, quienes podían documentarle sobre los orígenes artísticos del genio y poseían una importante colección en su piso del Paseo de Gracia, donde Vilató mantenía la consulta de médico psiquiatra. Al día siguiente de su primera llegada a Barcelona, Alberto Puig Palau le llevó a los toros a la Monumental.
Aquel primer viaje de Cocteau coincidió con el día de su sesenta y cuatro aniversario, con lo que Puig Palau le organizó la fiesta de celebración en el Real Club Náutico, tal como el escritor relató en el libro La corrida du Premier Mai: “El bello Alberto Puig que aleja con un afectuoso empujón al grupo de gitanitas que se le cuelgan del cuello. El pastel, inflamado sesenta veces, de mi aniversario, traído por indicación suya por los gitanos al club náutico de Barcelona y el suelo de parquet del club taconeado hasta el alba, como la muerte de los peces en el fondo de la barca”. 
En el momento de ingresar en la Acadèmia Francesa en 1955, Cocteau tuvo mucho interés en que la hoja del espadín del uniforme de gala de los académicos, sujeto a la cintura en su vaina de cuero, fuese forjada en Toledo gracias a las gestiones de Puig Palau, mientras que la empuñadura la esculpía en bronce Picasso en Vallauris. El urgente encargo de la forja toledana ocupo succesivas cartas enviadas por Cocteau a su amigo barcelonés. En una de ellas le decía, con fecha 14 de junio de aquel año: ”Picasso espera esta hoja que tal vez sirva para matar definitivamente al conformismo y los intelectuales”.

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