13 mar 2015

Ahora Voltaire estimula las ventas, quién lo hubiera dicho

El último número de la revista mensual francesa Magazine Littéraire exhibe en portada la efigie de Voltaire y el título “Je suis Voltaire”, insinuando que dedica uno de sus dossiers al autor. En realidad la revista ha cambiado de orientación y ya no publica aquellos antiguos dossiers tan nutridos sobre autores reconocidos. En este número se limita a un solo artículo sobre el filósofo y reproduce a continuación dieciséis páginas de su Tratado sobre la tolerancia, publicado en 1763. En la reedición como libro de bolsillo en la colección Folio (en venta en las librerías de Francia por 2 €) se ha convertido en un best-seller masivo tras los atentados yihadistas en París de dos meses atrás. Hoy el nombre de Voltaire estimula las ventas y todo el mundo se aprovecha, pero hasta ahora no había sido de los más leídos ni considerados entre los filósofos de las Luces que precedieron o acompañaron a la Revolución Francesa del 1789 y a los valores republicanos. No hay ni siquiera una edición moderna de sus Obras Completas. La reaparición de Voltaire como autor de moda ha sido por sorpresa. En cuanto a la tolerancia que propugna en el tratado reeditado, se refería a la transigencia racional en materia de ideas religiosas, en una época en
que la intolerancia era vista como defensa obligatoria de la ortodoxia contra cualquier pensamiento que se apartase de la verdad de la Iglesia católica y cayese por tanto en el error, en el mal.
Esa actitud oscurantista y fanática llevó a numerosas aberraciones. Con este librito Voltaire irrumpió en la esfera pública como heraldo de la Razón, a raíz del proceso que condenó en 1762 y ejecutó en Toulouse al ciudadano religiosamente “desviado” Jean Callas, por lo cual se considera al filósofo como uno de los primeros intelectuales comprometidos. 
Mantengo una vieja simpatía personal por Voltaire. El director del mi penúltimo curso de bachillerato en un colegio religioso era un cura que se distinguía por su rudeza mental y material. Atribuirle la condición de pedagogo constituiría un insulto al gremio. Le recuerdo en el vociferante estado en que caía y la espumilla blanca que aparecía en la comisura de sus labios cuando citaba el nombre de Voltaire, visto como la encarnación del diablo. Del diablo francés, doblemente pérfido.
A los alumnos de edad tan tierna aquel nombre no nos decía nada, pero logró que algunos nos interesáramos. Con el paso de los años me he convertido en un devoto lector del Cándido de Voltaire. Es un libro que me parece angelical, mientras que la figura de aquel cura la veo cada día más sacrílega y clownesca. 
La célebre frase de Voltaire “La propuesta honesta y modesta de estrangular al último de los jesuitas con las tripas del último de los jansenistas podría conducir las cosas a alguna conciliación” debe situarse en el contexto de las guerras de religión en Francia, claro está. La he recordado estos días.

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