3 ago 2015

La demografía, una ciencia alarmada con los datos en la mano

Según el último informe de la ONU sobre la población mundial, somos en estos momentos 7.349 millones de habitantes en el planeta Tierra. Los brujos de la demografía calculan que seremos 9.725 millones el año 2050. Se trata del crecimiento más vertiginoso en toda la historia de la humanidad. Se concentra primordialmente en nueve países casi todos pobres: India, Nigeria, República del Congo, Etiopia, Tanzania, Estados Unidos, Indonesia y Uganda. Asia ya representa el 60% de la población mundial y África el continente que crece más de prisa en este aspecto. Obviamente los europeos y los blancos en general somos una ínfima minoría. En Europa los mayores de
60 años somos el 24 % de la población y llegarán a representar el 34 % el año 2050. Siete de cada diez personas se encontrarán posiblemente inactivas, per edad o por paro forzoso.
El incremento acelerado de población se produce sobre todo en los países pobres, dentro del círculo vicioso de la miseria. Los mismos brujos de la demografía anuncian que las necesidades alimentarias crecerán un 70 % respecto a las actuales, si se pretende que todo el mundo coma un poco, sin hablar del derecho a la educación y otros servicios básicos. Pero resulta que el rendimiento medio de las tierras cultivadas ha caído a la mitad desde 1960, por el agotamiento de los recursos naturales y el calentamiento global. 
Apenas 2000 años atrás, en el año 1 de nuestra era cristiana, la población mundial estimada era de unos 200 millones de personas. Creció de forma lentísima, hasta alcanzar los 1.000 millones el año 1804. La cifra ha septuplicado en solamente dos siglos. En cambio en los países desarrollados cae la demografía.
La reducción de su población coincide con la crisis económica y la prolongación de los años de vida por los progresos médicos, lo cual equivale a cada vez menos gente, de mayor edad y más empobrecida. 
En Cataluña uno de cada cuatro nacimientos es hijo de mujeres extranjeras, que contribuyen a paliar la demografía en declive. El resultado de todas estas ecuaciones reales es ligeramente apocalíptico. El año 2050 yo no estaré, pero mis hijos deberán enfrentarse a importantes adaptaciones colectivas. Confío en que educarse y gobernarse les sirva también para eso.

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