14 oct 2015

Han colectivizado Semon, avanza el poder de los trabajadores

También publicado en Eldiario.es

Uno de los establecimientos más emblemáticos durante las últimas décadas de la Barcelona “pija” en la zona alta del Upper Diagonal, la charcutería Semon y su restaurante anexo L’Indret, en la esquina de la plaza de San Gregorio “Traumaturgo” con el Turó Park, fundado en 1962 por María Vidal Torné, cerró por quiebra empresarial y acaba de reabrir bajo la dirección de sus antiguos trabajadores. No exactamente colectivizado, pero casi. A veces la realidad brinda paradojas increíbles hasta un día antes de producirse, como risotadas de la historia a la cara de los
convencionalismos más enraizados. No ha sido un edicto ideológicamente vengativo de la alcaldesa Ada Colau ni una exigencia programática de las CUP para votar a favor del tercer mandato consecutivo del presidente de los recortes. Los hechos han ido por otro lado.
El antiguo empleado Paulino Robles, que apenas llegado de Ciudad Real entró a trabajar de aprendiz en Semon a los quince años, se vio despedido en 2011 a raíz del expediente de regulación de empleo, tras 40 años de trabajo en la casa. Con la ayuda de un préstamo bancario, de los ahorros y de su hermano Pedro Robles -- que en 1999 marchó para fundar La Despensa de Laforja, después de 22 años en Semon— se presentó en abril pasado a la subasta convocada por el juez del concurso de acreedores y le adjudicaron el negocio en liquidación. 
Los dos nuevos propietarios han puesto al día las existencias, han contratado a dos hermanos más (Juli Robles en la cocina y Chiqui Robles en la tienda) y cuentan con formar una plantilla de 20 empleados. Una parte serán antiguos trabajadores despedidos. 
Vuelven las croquetas legendarias de Semon, los desayunos gastronómicos en la barra, los almuerzos ahora con dos menús de 19 y 30 euros, las cenas de jueves a sábado y las reservas abiertas para cenas privadas los demás días de la semana. Este último martes y trece intenté almorzar en el primer turno de las 13h y todas las mesas se encontraban ya reservadas. 
Semon funciona de nuevo en manos de los despedidos. Es el destino más inesperado para una marca de bandera del lujo de la ciudad alta, salvada por los trabajadores encabezados por aquel muchacho recién llegado de Ciudad Real para entrar de aprendiz a los quince años y dedicarle toda una vida de labor, antes de verse despachado y arriesgarse a reflotar el negocio a fuerza de jugarse los ahorros y la jubilación, con una fe y un empuje que los herederos familiares no pudieron reunir.

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