13 oct 2015

Un ejemplo sobre el atractivo propio de les librerías de París que sobreviven

En París también cierran algunas librerías míticas, vencidas por Amazon y por la banalización del paisaje urbano, como la Maspero de la Rue Saint-Séverin o más recientemente La Hune del Boulevard Saint-Germain, entre el café de Flore y Les Deux Magots. La estadística asegura que desde el año 2000 ha desaparecido el 28 % de las librerías de la capital francesa y que quedan 700 registradas (hablamos de una aglomeración metropolitana de 12 millones de habitantes y de una de las ciudades más visitadas del mundo). Entre las especializaciones parisinas figuraba la de las librerías gastronómicas, dedicadas a obras
sobre cocina. Han cerrado la Librairie Le Verre et l’Assiette de la Rue Val de Grâce y la Librairie des Gourmets de la Rue Monge, pero siguen en actividad las dos principales de siempre.
La Librairie Rémi-Flachard de la Rue du Bac, en pleno barrio de los anticuarios y a dos pasos del Quai Voltaire y el Museu d’Orsay, se dedica a viejas ediciones, a la bibliofilia culinaria. La otra institución en la materia es la Librairie Gourmande, antiguamente situada en la Rue Dante, junto al cruce del Boulevard Saint-Germain con el Boulevard Saint-Michel, en el meollo del Barrio Latino, trasladada en 2007 a la Rue Montmartre. 
Fui un devoto cliente de su vieja sede (mi libro del año 1998 Menuts i altres delícies porques se abrevó también ahí). Ahora lo soy de la nueva, por mas que el servicio que ofrece de venta por Internet rebaje el placer que antes deparaba de bouquiner, de revolver. No era sin embargo el principal placer de las antiguas instalaciones, que se convirtieron en centro de referencia internacional gracias al gobierno personal que ejercía desde 1985 entre sus pobladas estanterías Geneviève Baudon, un archivo mental con piernas. Antes de la existencia de la informática, algunas libreras se sabían su catálogo de memoria o, como mínimo, disponían de una panoplia de recursos pnemotécnicos para buscar lo que el cliente solicitaba. 
Los estantes que tapizaban las paredes de la librería eran una mina, aunque representasen una pequeña parte de las riqueza de la casa. Madame Baudon era capaz de sacar de los rincones más misteriosos de la trastienda algunos libros largamente codiciados por los clientes, si se lo pedían bien y estaba de humor. Disponía asimismo de un acreditado catálogo de venta de novedades por correspondencia a todo el mundo, renovado dos veces al año y estructurado en 22 secciones dentro del tema general de la cocina, la gastronomía y la enología. Pero a los clientes nos gustaba curiosear por los mostradores en persona y poner a prueba su proverbial destreza de la patrona. 
Lo comprobé en más de una ocasión. Tras esperar pacientemente que atendiese a otros clientes interesados en cuestiones tan de detalle como la mía, le pregunté sobre la posibilidad de dar con algún libro especializado en la cocina de despojos y tripería. El singular de mi frase le pareció chocante. Al cabo de pocos minutos me puso cinco o seis en las manos, entre ellos un precioso diccionario ilustrado, escrito en cuatro idiomas, editado por la Confédération Nationale de la Triperie Française. 
Madame Baudon dio por evidente que mi interés por una especialidad tan concreta solo podía proceder de un cocinero de oficio y se dispuso a hacerme el 5 % de descuento que la librería concedía a los profesionales. Todavía le pareció más curioso que se lo desmintiese. “Alors, simple gourmand?”, concluyó con una mirada felina y una sonrisa tierna. Madame Baudon aplicó igualmente el amable descuento a mi compra. 
Sus sucesoras en la nueva dirección, encabezadas por la actual propietaria Deborah Dupont-Daguet (en la foto), van a lo suyo con un estilo puesto al día. Los estantes de la Librairie Gourmande siguen ofreciendo pequeños tesoros, y a mi me sigue gustando tocarlos y revolverlos in situ más que comprarlos de forma aséptica y veloz por Internet. Es uno de los paseos de París que me complace repetir.

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