18 feb 2016

La incómoda lección de un letrero metálico en el fronterizo Coll de Banyuls

La actual carretera que salva el Coll de Banyuls no ofrece tan solo desde el accesible cerro fronterizo el espectáculo de las dos vertientes del Pirineo mediterráneo, unidas en un solo vistazo maravillado: el horizonte del golfo de Roses por un lado y el mar de Banyuls por el otro. Ofrece también otra visión más interrogante, incluso incómoda. La vertiente rosellonesa del valle se ve caligrafiada por el parcelario minifundista de los viñedos, repartidos en centenares de retales. En cambio la vertiente ampurdanesa es una extensión infinita de matojo improductivo. Se encuentra señalizada, sobre la propia raya de frontera, por un letrero metálico que avisa: “Mas Pils. Finca Nouvilas. Propietat privada”. El Mas Pils se encuentra en ruinas,
la finca no se aprecia por ninguna parte, la esterilidad de una determinada concepción de la propiedad privada salta a la vista.
El primoroso viñedo de un lado y el uso meramente forestal del otro se cifra en el código civil de Francia y de España. El Código Napoleónico abolió desde 1804 el derecho de primogenitura para obligar a repartir la sucesión familiar entre cada uno de los hijos, de modo a favorecer la egalité en el acceso a la propiedad. Por el contrario, toda la vertiente de este lado digamos peninsular se ha mantenido prácticamente en manos de tres familias latifundistas. Se debe a la ancestral figura del “hereu” en el derecho civil catalán, el primogénito y receptor único de la propiedad indivisa (solo en raras ocasiones se segregaba alguna parcela para los demás hermanos), dedicada aquí a la invasión de la estepa improductiva, tan solo peinada por las franjas rasuradas de los cortafuegos que intentan impedir la periódica devastación de los incendios. 
Los descendientes del conde de Peralada, del marqués de Camps y de los Nouvilas, las tres familias favorecidas por las ventas de grandes extensiones en el momento de la Desamortización, siguen poseyendo 2.000 hectáreas cada una de bosque y maquia en esta comarca, de la raya de Francia hasta el llano ampurdanés. La frontera del Tratado de los Pirineos del 1659 no solo implantó una divisoria donde no la había. Ha modelado dos órdenes civiles distintos a pesar de la historia común, la lengua y la cultura compartidas hasta entonces. 
La Desamortización, tímidamente iniciada por Manuel Godoy en 1798 e impulsada en 1836 por el primer ministro Juan Álvarez Mendizábal a imagen del Código Napoleónico, tenia que ser el instrumento de las fuerzas liberales españolas para extender el régimen de propiedad, dentro del nuevo Estado burgués del siglo XIX. La gestión de Mendizábal al frente del consejo de ministros fue cortísima y sus sucesores hicieron lo necesario para abortar la reforma. El resultado salta hoy a la vista en ambas vertientes del Coll de Banyuls, con aquel solo vistazo maravillado y a la vez incómodo. 
En 1841 el liberal Baldomero Espartero repuso en vigor las leyes desamortizadoras, que volvieron a durar los únicos tres años de su mandato como regente. Durante el segundo gobierno Espartero su ministro de Hacienda, Pascual Madoz, llevó a cabo en 1855 un último episodio de desamortización más amplio que el de Mendizábal. 
Consistía en poner a subasta pública las tierras no productivas de las llamadas "manos muertas" de las órdenes religiosas que no las cultivaban, acumuladas a lo largo de siglos de dominio, donaciones y testamentos (más bien ausencia de testamento o abintestados). La medida debía fomentar una clase media rural de agricultores propietarios, así como el desarrollo económico del país. 
Desvirtuar de la intención inicial fue muy fácil, a base de confeccionar en el momento de las subastas grandes lotes de tierras, inaccesibles a pequeños propietarios y favorables al refuerzo de la oligarquía y los amigos del gobierno de turno. La Desamortización acabó por ser un cambio de naipes en el juego entre viejas y nuevas oligarquías, no un cambio de estructura de la propiedad como del lado francés. 
El monasterio de Sant Quirze de Colera y los extensos terrenos circundantes, hasta el Coll de Banyuls, fueron adquiridos a la Desamortización en 1835 por el joven general liberal Ramón de Nouvilas y de Ráfols (Castelló d'Empúries 1812-Madrid 1880), procedente de una familia ampurdanesa de hacendados y situado al lado de Espartero.En cambio, según el historidador Joan Badia i Homs, que ha podido consultar los archivos familiares, la vasta hacienda Nouvilas ya estaba configurada antes de la Desamortización y en esta ocasión solo la ampliaron con el convento de la Merced de Castelló d'Empúries.
La ramificada familia Nouvilas posee hoy casas pairales en Castelló d’Empúries, Figueres (comprada en 2008 por el Ayuntamiento y el Consell Comarcal por 3,8 millones de euros a los cuatro hermanos de la actual generación) y en La Bisbal d’Empordà (la casa Fina-Nouvilas, caracterizada por la monumental magnolia abocada a la transitada calle Mayor. El abogado Ramón Fina de Nouvilas fue alcalde de La Bisbal de 1971 hasta las primeras elecciones democráticas, así como vicepresidente de la Diputación de Girona). 
Los descendientes Nouvilas vendieron el monasterio de San Quirze de Colera en 1994 al Ayuntamiento de Rabós por la cantidad simbólica de 1.000 pesetas. La actual finca Nouvilas, de Rabós hasta la raya de frontera, tiene 2.190 hectáreas y pertenece a Josep M. Fina de Nouvilas, letrero metálico incluido. 
En cuanto al marqués de Camps, la familia procede de Salt (Girona) y sus propiedades se extendían y se extienden a lo largo de toda Catalunya. El segundo marqués de Camps, Carlos de Camps y de Olzinelles (Girona 1860-San Sebastián 1939) fue miembro del Partido Conservador de Cánovas del Castillo y a continuación de la Lliga Regionalista de Francesc Cambó, diputado y senador hasta 1923, igual como lo fue su padre y primer marqués, Pelayo de Camps y de Matas. 
El título nobiliario les fue concedido por el Papa Pío IX en 1878 en reconocimiento a su labor en defensa de los intereses de la Iglesia. El actual marqués de Camps, Jorge de Camps y Galobart, preside el Real Cuerpo de la Nobleza de Catalunya. 
Finalmente, la herencia de los condes de Peralada resulta más complicada. En 1888 murió sin hijos el último conde de Peralada, Tomás de Rocabertí, y al año siguiente su hermana Juana Adelaida, también sin descendencia, propietarios de numerosas tierras. El título de conde de Peralada y vizconde de Rocabertí pasó al nieto de la tia-abuela materna de Joana Adelaida, Juan Miguel Sureda y de Verí, posteriormente a su hija Josepa Sureda Fortuny, al hijo de esta, Pere de Montaner Sureda, y, a partir de 2005, al hijo Pere de Montaner Alonso, que lo ostenta actualmente.
La propiedad del castillo de Peralada recayó en Fernando Truyols y Despuig, marqués de la Torre (que lo vendió en 1923 a Miquel Mateu), sucedido en el título y otras propiedades por el hijo Francisco Truyols y Villalonga y luego por el nieto Jorge Truyols y Dezcallar. A la muerte de este último en 1984, los títulos y propiedades pasaron a manos de las hermanas, sobre cuya gestión patrimonial de sus 2.000 hectáreas en esta comarca lamento no tener noticia.
El letrero metálico que acoge con solo franquear la raya de frontera en el Coll de Banyuls es, de este modo, un compendio de historia una poco incómodo.Tuve ocasiónd e preguntar sobre la utilidad del letrero al actual propietario del Mas Pils y de toda la Finca Nouvilas, Ramon Fina Figueras. Me dijo que era a efectos de prevención de responsabiliddes en caso de penetrar en ella.





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