16 sept 2016

La batalla del Ebro y la Guerra Civil todavía supuran

La Fundación Juan Negrín ha abierto esta semana en Las Palmas de Gran Canaria, ciudad natal del último jefe de gobierno de la II República, una exposición con los mapas que utilizó el ejército republicano en la batalla del Ebro y otros documentos, en algunos casos inéditos. Lo que llama más la atención es que el actual presidente de la fundación declare con motivo de la inauguración que reciben continuas solicitudes de familiares de las víctimas para saber si entre sus fondos figura el nombre y el lugar de la muerte de las personas todavía ilocalizadas. La última herida escandalosamente abierta de la Guerra Civil es el escaso esfuerzo de las actuales instituciones democráticas con respecto a los
desaparecidos en la contienda.
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el número de víctimas de la batalla del Ebro (alrededor de 20.000 muertos), ni de la Guerra Civil en conjunto, por la sencilla razón que nadie se ha preocupado en contarlas, localizarlas y dignificarlas. En pleno centro de Tortosa, en medio del río Ebro, sigue en pie el monumento inaugurado por Franco en persona el año 1966 “A los combatientes que hallaron la gloria en la batalla del Ebro”. 
La batalla más cruenta de toda la Guerra Civil se desarrolló entre julio y noviembre de 1938. El socialista Juan Negrín era el nuevo jefe del gobierno y ministro de Defensa desde el 7 de abril de 1938. Ganada por Franco, la sorpresa fue que decidiese lanzar la siguiente ofensiva sobre Catalunya i no sobre el objetivo culminante de Madrid. 
El traslado del gobierno republicano en peso de Valencia a Barcelona en octubre de 1937 constituye un argumento insuficiente. La causa principal fue la voluntad de Franco de una lenta guerra de desgaste para dominar el territorio también en términos políticos, ideológicos, económicos y psicológicos. Era preciso que la represión posterior a los combates sometiese a la población de cada zona ocupada, destruyese las fuerzas sociales de izquierda y "limpiase" mediante la purga política para apuntalar el nuevo régimen, el nuevo orden. 
La ofensiva sobre Barcelona iniciada tras la batalla del Ebro brindó a Franco la oportunidad de esquivar el frente del Centro, donde se concentraban las tropas más numerosas y bien pertrechadas del ejército republicano, inactivas desde la batalla de Brunete de abril de 1937. Un total de 491.511 combatientes se encontraban en la zona Centro-Sur, por 197.678 en Catalunya, según lo cifra el historiador Michael Alpert en el libro El ejército popular de la República 1936-1939 (Ed. Crítica, Barcelona 2007). 
En vísperas de la Navidad de 1938, medio millón de combatientes se encontraban cara a cara en el frente catalán, de la desembocadura del Ebro al Pirineo, aunque la proporción fuese netamente descompensada: tres soldados franquistas per cada dos republicanos. El nuncio del Vaticano, monseñor Gaetano Cicognani, se entrevistó en Burgos con Franco para plantearle la posibilidad de una tregua navideña. No hubo tregua, sino rápido y cruento avance, bajo continuos bombardeos de la aviación italiana y alemana. El 31 de diciembre los trimotores italianos machacaron una vez más el centro urbano barcelonés, en cuatro ataques sucesivos.
El 15 de enero el ejército franquista ocupó el núcleo urbano y el puerto de Tarragona. El 21 de enero Negrín comunicó al presidente Lluís Companys que se preparase para la retirada, tan solo tres días después de haberle conminado a levantar el ánimo de las tropas y la población. La magnitud y la rapidez de la retirada republicana sorprendieron al propio Franco, acorralando a medio millón de fugitivos civiles y militares en la raya fronteriza francesa. 
No hubo batallas ni enfrentamientos de consideración después de la ocupación de Barcelona. El ejército republicano en retirada apenas frenó el avance franquista por la costa gerundense entre el 27 y el 30 de enero. El 6 de febrero el general Solchaga tomó Ripoll, el 7 Olot, el 8 por la noche Figueres. El jueves 9 de febrero las tropas franquistas ocuparon la frontera del Perthús y el viernes 10 las de Cerbère y Puigcerdà/Bourg-Madame. 
Los familiares de algunos miles de personas que dejaron la vida en aquella guerra todavía buscan hoy dónde cayeron muertos.

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