23 ene 2017

La joya céntrica y concurrida de la Lonja de Perpiñán, siglos después

El edificio histórico más valioso y céntrico de Perpiñán, el do de pecho del gótico civil catalán que es su Lonja de Mar, fue convertido por el propietario municipal en cafetería en 1927 y hamburguesería de la cadena Quick a partir de 1984, la única del mundo donde podía comerse un cheese-burger bajo ogivas auténticas, apoyados contra sillares de piedra procedentes por vía directa del esplendor medieval. La actual cafetería ha presentado expediente de quiebra y el Ayuntamiento, por fin, ha decidido recuperarla como equipamiento público, probablemente una oficina de turismo. Perpiñán era la segunda ciudad en dimensiones poblacionales
de Catalunya cuando la Lonja de Mar comenzó a construirse en 1388, en destacado estilo gótico similar a las lonjas o consulados de mar de Valencia y Palma de Mallorca. Esas lonjas o bolsas eran el centro de contratación del tráfico marítimo que alimentaba la riqueza de las respectivas ciudades.
La de Perpiñán fue ampliada en 1540 y, tras la anexión a Francia por el Tratado de los Pirineos de 1659, convertida por el gobernador Mailly en teatro. La propiedad revirtió a la ciudad en 1815. Sin embargo el Ayuntamiento no supo qué hacer con ella, pese a que la casa consistorial se encontraba y se encuentra en el edificio contiguo. En 1840 la Lonja aun era el punto de confluencia de todas las diligencias que comunicaban a Perpiñán con el mundo exterior, así como la única plaza barrida por los servicios públicos y regada dos veces al día en verano. 
El centro ciudadano nunca ha dejado de situarse en la pequeña rambla de la Lonja, con las mesas de café desplegadas alrededor. La expresión perpiñanesa "hacer la Lonja" designa el paseo a la hora del aperitivo vespertino, entre las seis y las ocho de la tarde, dentro de un itinerario que recorre a pie los tres puntos cardinales del Palmarium, el Castellet y la Lonja, en régimen de lenta ida y vuelta. 
Algunos pensaron que el propietario municipal --que tiene su noble sede en el edificio anexo-- debía mostrarse algo más cuidadoso y habilitar en la Lonja alguna dependencia institucional de proyección de la ciudad. No hubo nada que hacer, el alquiler comercial se mantuvo incólume a cada renovación del contrato.
La suerte del edificio durante los dos últimos siglos ha sido interpretada como un símbolo de la atonía de Perpiñán, una vez afrancesada en el confín del Hexágono. La recuperación anunciada por el Ayuntamiento, más que una flor en el ojal del actual equipo de gobierno, plantea con crudeza cómo ha sido posible que no se produjera hasta ahora.



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