29 jun 2017

La Carmen de Bizet quiere conservar la casa idílica de Bougival

El mundo un poco mitómano de la ópera acaba de movilizarse para salvar la casa del compositor Georges Bizet en Bougival, idílica localidad de veraneo en las afueras parisinas bañadas por el Sena, inmortalizada por los pintores impresionistas. El compositor escribió aquí la célebre ópera Carmen y murió entre estas paredes tres meses después del fiasco de su estreno en París, en 1875, a los 36 años. La actual campaña de financiación participativa desea comprar el chalet y convertirlo en el Espacio Carmen de un Centro Europeo de la Música. La ópera sobre la fogosa cigarrera sevillana es hoy una de las mas representadas en todo el mundo, conjuntamente con Aida y La traviata. También es una de las muestras más representativas
del género francés de la españolada, cargado de tópicos étnicos.
Tras la frustrada invasión napoleónica, del retorno del absolutismo a la corona española y la consolidación del atraso ibérico, España se convirtió para los franceses en una tierra exótica y, desde luego, inferior. “Parece que iré a España, es decir a África” escribió Stendhal sin contemplaciones en su correspondencia. A ojos de los parisinos, África empezó durante mucho tiempo justo por debajo de la ciudad de Lyon. 
Victor Hugo confirmaba en 1829 en el prólogo de Les Orientales: “España es medio africana, África es medio asiática”. Poco después Téophile Gautier publicaba su Voyage en Espagne, realizado en 1840, cuando cubría como periodista la primera guerra carlista. 
En 1845 Prosper Mérimée editó la novela Carmen --convertida en ópera por Bizet-- para rematar la visión castiza y estereotípica, la construcción de una imagen de cromo de España desde Francia, que entoces ejercía de principal centro de irradiación cultural del mundo. La boda en 1853 en París de la noble dama granadina Eugenia de Montijo con el futuro emperador Napoleón III añadió un poco más de colorete a la opereta española en Francia. 
El fracaso del estreno parisino de Carmen se vio compensado post-mortem por el éxito en Viena, y de allí a todo el mundo. La famosa aria del primer acto conocida como “la habanera de Carmen” (“L’amour est un oiseau rebelle”) fue en realidad un plagio descarado del tema del navarro Sebastián Iradier “El arreglito” Esa clase de adaptación de piezas de otros formaba parte de la costumbre y los temas de Iradier se divulgaban en Francia en cancioneros que los presentaban como “Célebres danzas populares habaneras con letras mismas que cantan los naturales de la Isla de Cuba, publicadas con ligera variante por Iradier”. 
Por lo tanto, quizás también Iradier se inspiró en alguna melodía popular escuchada en La Habana. El plagio, más o menos detectable, siempre ha sido un hilo conductor de la creatividad más reconocida y triunfante.

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