18 jul 2017

Seguiré comprando flores frescas, aunque que sea por Internet

Internet y la abundante panoplia de sus derivados, como el comercio electrónico, nos atontará a todos. Aunque alguna pequeña ventaja tendrá. Se acaba de crear en Barcelona la empresa Flobox de venta de flores frescas por suscripción, que las manda a domicilio uno, dos o cuatro veces al mes, según la suscripción mensual del cliente a 72€, 40€ o 22€. La idea es sencilla y brillante. Lástima que su página web esté escrita exclusivamente en castellano. Es una falta de delicadeza, y tratándose de flores eso es un error aun más grave. Amar las flores predispone a participar un poco del secreto de la belleza. Cuando paso frente al
imperio barcelonés que es la floristería Navarro, abierta a todas horas cada día del año a lo largo de dos céntricas travesías de la calle Valencia, entre Llúria y Girona, compruebo que la variedad de la oferta y el desfile de compradores es incesante.
Comprar flores frescas no es ninguna costumbre demodé, como salta a la vista en este tentacular establecimiento. No es cierto que con la modernidad se vendan menos flores y que la crisis haya acabado de rematar la civilizada costumbre de comprarlas, ya sea para regalar o para alegrar la casa. 
Alberto Cortez decía en su canción Amante a la antigua: “Yo soy de esos amantes a la antigua que suelen todavía mandar flores, de aquellos que en el pecho aún abrigan recuerdos de románticos amores”... El inolvidable Mèlio Vicens la cantaba como nadie, las tardes de los sábados en el bar de Can Batlle de Calella de Palafrugell, con una mirada picante dirigida a la concurrencia femenina, que le aclamaba. 
Años atrás, en el mercado de mi pueblo de adopción solía observar los cestos de la compra coronados con un ramo de flores, que se vendían ahí como cualquier otro producto fresco. Y se siguen vendiendo como antes en todas partes, excepto en la Rambla de las Flores. 
Prácticamente todos los puestos de flores que subsisten en la Rambla barcelonesa hacen la mayor parte de la caja mediante la venta de souvenirs turísticos, como imanes de nevera. El problema es el estado de la Rambla de les Flores, no las flores.

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