19 feb 2018

Nuestra vieja “ostería” milanesa no deserta ni abandona

El tiempo en que mi hija mayor Helena trabajó en Milán, lo aproveché para conocer un poco la ciudad por dentro y publicar el libro El cul de Napoleó o la revelació de Milà (Edicions 62, 2000). Relataba la fascinación ejercida por la capital lombarda a partir del detonante del desnudo alegórico de Napoleón, modelado por el célebre escultor Antonio Canova en el patio del palacio de Brera. Era el hilo conductor narrativo del protagonismo de la belleza en nuestras vidas sentimentales, nuestros impulsos estéticos y algunos otros. Mi hija tomó la pequeña foto de portada del libro, y así consta en los créditos. Entonces el pequeño restaurante milanés Posto di Conversazione (Osteria con cucina) ya nos atraía. Ahora procuramos regresar
siempre que se nos presenta la ocasión, como el pasado sábado.
Al descubrir el establecimiento todavía tildaban a Milán de “capital moral” de Italia. No solo por ser el centro de la región más poblada y rica del país (la Lombardía suma 10 millones de habitantes). También por la actividad de la industria de la moda, el audiovisual, el diseño, la publicidad... Era la capital de la elegancia, como resumía el cronista Giorgio Bocca: “En la Milán de los ricos todas las mujeres son delgadas, guapas y sexis, recién regresadas de unes vacaciones en las Maldivas”.
El alcalde socialista Carlo Tognoli despuntaba, como Pasqual Maragall en Barcelona. Se vio barrido por la ola anticorrupción del movimiento judicial Mani Pulite. El magnate milanés de cadenas privadas de televisión Silvio Berlusconi, crecido con el apoyo del primer ministro socialista Bettino Craxi, se convirtió en jefe de gobierno e inundó toda Europa occidental de vulgaridad televisiva, manipulación política y miseria moral. 
Pirelli ha sido cedida a los chinos. La Fiat-Chysler de la familia Agnelli ha trasladado la sede a Detroit. El conglomerado industrial Montedison ha muerto, igual que Olivetti. Ahora impera el grupo berlusconiano Mediaset, también en España con Telecinco, del mismo modo que el grupo Rizzoli (propietario del Corriere della Sera) controla el diario El Mundo. La editorial barcelonesa Anagrama y la cadena de librerías La Central han sido compradas por Feltrinelli y la empresa eléctrica Endesa por la italiana Enel. El legendario pi-ci, el partido comunista más extendido de Europa occidental, se ha evaporado. 
El recargado gótico flamígero del Duomo, en el centro geográfico de la ciudad, ha palidecido tras las operaciones lifting. Dentro de todos esos cambios, la ostería Posto di Conversazione, en el núm. 6 del Naviglio Grande, se mantiene exactamente igual y ofrece los mejores platos de pasta fresca de la casa. Los pequeños prodigios existen, incluso a veces de forma estable.
Los “Cavatelli ai funghi, salciccia e finochio” eran pura delicia. Sin embargo cuando como en una ostería italiana con mi hija mayor, sonriéndonos cara a cara a cada lado de la mesa, paladeo sobre todo la compañía y lo demás tiende a quedar en un segundo plano vaporoso. A la salida, un cantante callejero proclamaba al viento la vieja canción “Caruso” de Lucio Dalla:
Te voglio bene assai,
ma tanto, tanto bene, sai.
È una catena ormai
che scioglie il sangue dint´e vene, sai…


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